lunes, 20 de junio de 2011

El mayor regalo del mundo


En mi vida he tenido más presentes de los que realmente he necesitado y no me equivoco al asegurar que soy una persona con suerte. Muchas veces he recapacitado sobre cuál era el mejor regalo que se le puede hacer a alguien. Repasando todos los regalos recibidos, he descubierto varios candidatos, pero no soy capaz de decidirme por ninguno: la bicicleta de montaña que me regaló mi padre, o aquella primera consola de videojuegos, un rifle de aire comprimido, el equipo de música, mi saxo alto, mi soprano…

Pero ahora que lo pienso mejor, sí que hay un regalo que supera con creces a los demás. Lo recibí cuando tenía 24 años. Era la hora de comer y estaba en mi casa, cuando sonó el teléfono. Era mi mujer y me dio el mejor regalo que he recibido nunca. En aquel momento no me pareció tal porque cambió mi vida. Todos mis esquemas se rompieron y mi mundo se derrumbó en un instante. El pánico me invadió y no supe qué hacer ni dónde acudir. Hice acopio de valor y serenidad e intenté afrontarlo lo mejor que pude.

Hoy recuerdo esos momentos de angustia con una sonrisa. El pánico que sentí no fue más que una reacción negativa al cambio, a la confirmación de la llegada de la hora de madurar. Tenía que comportarme como un hombre, como la persona adulta que habían educado mis padres. Escribiendo esto vuelvo a sonreir, ya que el corazón me da un vuelco cuando escucho la vocecita de mi hijo diciéndome: “papi, ¿quieres jugar conmigo? “.

Muchas gracias Rosa, nadie ha sabido hacerme tan feliz como tú me hiciste aquel día. Nadie había conseguido que me sintiese tan especial. Y muchas gracias por adelantado, por hacerme de nuevo este regalo tan maravilloso.


Pedro

1 comentario:

  1. Gracias a tí Pedro, por permitir que comparta estos momentos tan especiales contigo.

    ResponderEliminar