domingo, 24 de julio de 2011

Aquella maravillosa noche


Aquella noche,… qué recuerdos tan hermosos. Aquella noche… La verdad es que no sé cómo empezar. Hay tantos sentimientos que expresar, tanto amor que mostrar, que las palabras no hacen justicia. Un idioma como el castellano, lengua del gran Miguel de Cervantes, y no encuentro la forma de describir aquella maravillosa noche en toda su plenitud.

Se alinearon los planetas. La conjunción de los astros fue tal que incluso rompió el curso de la historia, esa vida paralela e independiente que llevábamos hasta aquella maravillosa noche. A partir de ese momento, nada volvería a ser igual. Parece una paradoja, pero cambió el siglo y nuestras vidas jamás volvieron a ser las mismas.

Asaltan mi memoria los recuerdos de esa fría noche estrellada, con la Luna asomando su cara amable en el horizonte y la fría brisa que helaba nuestras mejillas, a ello se unieron los acordes de una música estridente. Entonces, oh maravilloso momento, se produjo el encuentro de nuestros labios. El mundo se detuvo, los latidos de nuestros corazones retumbaron en las profundidades de la tierra y el destino llamó a nuestra puerta.

A partir de ahí se unieron nuestras vidas. Se entrelazaron y cambiaron de rumbo. Primero cambió la mía, a continuación la suya. Pero hoy día la recuerdo como la noche más especial jamás vivida. ¿Por qué? Todo comenzó a girar en torno a ella. Se convirtió en la prolongación de mi ser, en la razón de existir, en los cimientos de la vida y en el eje de unos sentimientos que jamás podrán ser descritos en toda su plenitud.

Aquella maravillosa noche Rosa y Pedro, Pedro y Rosa se unieron y formaron una misma persona.


Pedro

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